Hasta su muerte en 1981, Marthe Robin apenas abandonó su granja en Châteauneuf-de-Galaure. Enferma, paralizada, viviendo lejos de la fama y con absoluta discreción, ha cambiado incontables vidas.
Porque su sufrimiento estaba enteramente dedicado a Dios y a los miles de personas, famosas o anónimas, que se acercaban a su cabecera para recabar una opinión, un aliento, a veces una simple palabra.... Bernard Peyrous se basó sobre todo en los testimonios de estos visitantes para dibujar el retrato más completo hasta la fecha de Marthe Robin. La de una mujer que, lejos de los excesos atribuidos a los místicos, es por el contrario desarmante en su sencillez y admirable en su coraje.
